miércoles, 24 de junio de 2009

CAPITULO 1: La mala noticia.

Mi vida siempre ha sido bastante fácil, la máxima complicación que he tenido ha sido cuando mis padres se separaron hace seis años. Al principio es verdad que lo pase algo mal pero bueno una se va acostumbrando a esas cosas con el paso del tiempo.
Cuando tienes diez años y tus padres se separan en lo primero en que piensas es en que es culpa tuya. Pero luego te das cuenta de que todas las relaciones normales van a lo mismo. Todo tipo de relación, sobre todo si es amorosa, tiene que tener algo especial, algo que la diferencie de las demás sino el amor no perdura. Mis amigas dicen que soy un poco deprimente, que con dieciséis años no puedo pensar así. A lo mejor tienen razón y por eso no he estado con nadie, pero la verdad no me importa, estoy segurísima de que algún día encontrare eso distinto que necesita todo el mundo aunque no lo quieran reconocer.
Yo creo que mis padres al casarse pensaron que tenían ese algo, como ella era americana y él español, pero seas del lugar que seas y tengas la cultura que tengas en eso no se basa el “plus” de una relación. Ese “plus” tiene que ser algo que te una a tu pareja para siempre, no tiene porque ser una diferencia.Pero siempre tiene que haber algo.

Estos seis últimos años los he pasado en Huelva con mi padre, mientras mi madre vivía en Seattle por cuestiones familiares y profesionales, se ha casado de nuevo y ha conseguido un cargo importante en una empresa de marketing. Yo no he estado nunca allí, pero al parecer el clima no es nada del otro mundo, mucha humedad.
En este tiempo en el que sólo he estado con mi padre no he mantenido una relación muy maternal con Anna, mi madre. Durante estos años la he visto cinco o seis veces en cortas visitas con la duración de fines de semana, la última fue hace año y medio. Las llamadas son una vez por semana, pero la verdad es que ya no tenemos la misma relación. Es un poco difícil mantener una relación madre hija a miles de kilómetros de distancia.

Cansada de estar en mi casa sola, después de estar diez días sin mis amigas por culpa del castigo impuesto por mi padre tras las malas notas obtenidas en los exámenes finales, aunque todas recuperadas en Junio. Decidí salir e ir a recibir a mis amigas a la llegada del autobús del campamento de San Fernando. Me metí en el cuarto de baño y me di una ducha rápida. Al salir me seque y fui a mi cuarto donde me puse unas bermudas vaqueras, un blusón en color salmón y con pequeñas flores en un tono turquesa que adornaban el escote y unas sandalias de estilo romano en color marrón con pequeñas tachuelas doradas. Mientras salía de casa iba recogiendo mi pelo negro en una coleta alta.
Al llegar a la parada me encontré a mis amigas llenas de maletas, rodeadas de padres y mirándome acusadoramente, intentando darme a entender que había llegado bastante tarde. Me acerque a ellas apresurando aún más mi paso para acortar la distancia lo más rápido posible. Cuando estuve a su altura salude a todos los presentes, parándome especialmente en mis amigas a las que casi asfixio abrazándolas. Después ayude a meter cada maleta en el coche que le corresp
ondía.
-¿Qué tal tu campamento en casa, Helen?- Pregunto María volviéndome a abrazar, ahora con más fuerza.
-¿Cómo crees? He estado medio agosto sola, casi ni he ido a la playa.- Repuse recordando lo aburrida que había estado.
-¡Oh! Mi pobre. No seas exajerada han sido sólo diez días.- Se burlo Alejandra.
-Sí, búrlate si quieres pero tú lo hubieras pasado peor.- Le conteste intentando parecer desagradable, pero en ese momento no lo logre estaba demasiado eufórica.
Íbamos andando en dirección a la pizzería mientras mis amigas contaban anécdotas del campamento. Me fije en Leo que contaba muy animada como se calló un niño de la mesa del comedor, me di cuenta de que su larga melena de pelo rubio se había aclarado bastante durante estos diez días, que iba tan maquillada como siempre para resaltar sus ojos azules y disimular las pecas que tan poco le gustan, que llevaba un vestido amarillo bastante corto que hacía que pareciese más alta de su metro sesenta y que su tono de piel blanquecino estaba ahora rosado lo que indicaba que no había utilizado mucho la protección 50 que su madre le metió en la maleta y le repitió quinientas veces que se echase, que se iba a quemar. Luego pare mi vista en Adriana que se reía del relato que acababa de contar Leo. Su media melena castaña clara había crecido algo, estaba bastante morena, lo que hacía que su sonrisa perfecta pareciese más blanca y sus ojos verdes, más claros, llevaba unas bermudas blancas y una camiseta de estilo marinero en azul marino con pequeñas franjas del mismo color que las bermudas.
Cuando llegamos a la pizzería, María fue corriendo al servicio para echarse unas gotas en los ojos porque tenía conjuntivitis. Mientras, Adriana y Leo se fueron a pedir la cena. Cris, Alejandra y yo nos sentamos en una mesa situada al lado del cuarto de baño que estaba bastante limpia, quizá demasiado para ser las nueve y media. Yo me senté en un lado y Cris y Ale enfrente de mí, no hacían más que reírse, yo pare mi vista en sus ojos para ver si me decían que era lo que pasaba, pero la maniobra de hipnosis no funciono muy bien.
-¿Qué pasa? ¿De qué os reís?- Pregunte sintiéndome ya intrigada.
Ellas seguían riéndose.
-Nada, qué va a pasar.- contesto Cris mientras miraba a su cómplice.
-Venga se lo contamos.- dijo Ale.
-No se.- repuso la rubia tonta que Cris lleva dentro.
-¡Oye, decirlo ya!- grite antes de que continuaran con su conversación de besugos.
En ese momento salió María del baño y comprendimos porque estaba tan limpia la mesa, nadie se sentaba ahí por el simple hecho de que cada vez que se abría la puerta del servicio se podía oler el fantástico hedor a vomitado que desprendía. Decidimos cambiar de mesa aunque las otras estuvieran más sucias, vimos a diez chicos dejar una en medio del local por lo que salimos las cuatro a la carrera para poder librarnos cuanto antes de ese lugar en la sala de olor tan desagradable.
Al llegar a nuestra nueva mesa vimos acercarse a Adriana y Leo con el papelito en el que indicaba el número que nos correspondían para recoger nuestras pizzas. Cuando las dos amigas que faltaban por llegar a la mesa estuvieron sentadas volvieron las risitas sin sentido.
-Ya me estáis contando lo que sea eso- exigí inmediatamente empezó el cachondeo.
-Bueno, es que resulta…-comenzó Ale.- que… En verdad es una tontería. No te va a hacer gracia.
Ya me estaba preocupando, ¿qué era eso que a ellas le hacía tanta gracia y para mí no tenía ninguna?
-¿qué habéis hecho?- pregunte expresando mi confusión.
-Ay, qué importa.- dijo Adriana con su acento venezolano.- Nada más te buscamos un chico y va a venir ahorita para conocerte.
-Ah, madre mía que pesadas sois. Ya os he dicho que no quiero tener novio y sabéis porque.- repuse malhumorada.
-Ay niña, pero te juro tiene ese “plus” que tanto anhelas.- contesto a mi enfado Adriana.
-Callaos que hay viene.- dijo Cris mientras hacía un signo con la cabeza indicándonos que mirásemos la puerta.
Siguiendo su indicación me gire ligeramente alcanzando a ver a un chico de metros setenta, pelirrojo, y lo de pelirrojo no lo digo de forma despectiva porque desde que leí Los Pilares de la Tierra no le hago ascos a los pelirrojos, pero desde luego no le sentaba muy bien a su tono pálido de piel que se había transformado en un color rojo debido a unas quemaduras muy considerables, me seguí fijando en él llegando a la conclusión de que estaba demasiado delgado, aún para su metro setenta. La ropa no era fea, la verdad, llevaba unos vaqueros claros y una camiseta DC básica. Me gire de nuevo para mirar a mis amigas intentando expresar mi desaprobación.
-Es muy simpático. Además, ¿no te gustaban pelirrojos?-contesto Leo a mi mirada.
-Tía, soy más alta que él.- repuse justificándome.
Cris me dio una patada por debajo de la mesa para que me callara, o eso fue lo que traduje del gesto.
-Hola Jorge, esta es Helen.- me presento Leo.
El chico, Jorge, aumento su nivel de color de piel a un rojo aún más preocupante cuando me levante para saludarle, le di dos besos correspondidos con un “hola ¿qué tal?” tartamudeado. Se sentó a mi lado y no dijo nada en todo el rato que estuvimos esperando las pizzas, luego mis amigas le trajeron una cerveza y parece que eso le animo bastante, todo lo que no había hablado antes lo estaba contando ahora. Nos contó que el verano pasado había ido a un campamento en el norte, en un pueblo de Zaragoza y que se lo había pasado muy bien pero que el tiempo no era tan veraniego como aquí. Luego nos estuvo enseñando las quemaduras y peladuras que había sufrido en el campamento de este verano, algo realmente desagradable. No dejo de hablar de lo hinchado que se ponía cuando tomaba frutos secos o de la gastroenteritis que había cogido en un viaje a Marruecos, especificó el color y olor de los síntomas de la enfermedad. Él chico era bastante hablador, aunque claro el nivel de sus conversaciones era más de un niño de siete años. Nos enseño un video en el móvil de dos chicas masturbándose mutuamente. La verdad el chico no tenía mucho de donde sacar. Al rato dijo que tenía que irse (gracias al cielo) que había quedado con unos amigos para ir al cine (a saber qué era lo que iban a ver) y que otro día nos llamaría. En cuanto salió mire a mis amigas con cara asesina.
-Estabais de coña ¿no?
-Ay, podía ser tu tipo, con eso del “plus”.- protestó Ale.
-Una cosa es mi “plus” y otra muy distinta es que me traigas a un niño de siete años en un cuerpo de chico de diecisiete.
-En verdad te lo buscamos porque ya queremos que tengas novio.-dijo Cris.
-Pues buscarme uno en condiciones, no me digáis que pensabais que este me iba a gustar.
-Mira, ya fue. No te gustó y punto, ya no te presentamos a más niños y listo.- concluyo Adriana.
-Me parece bien.
Mientras cenábamos siguieron contando cosas del campamento, que si no se quien era muy guapo, que si la otra era una guarra, lo típico que si no has ido al campamento te fastidia un montón que hablen de ello. Al terminar de cenar se disculparon diciendo que estaban muy cansadas y cada una nos fuimos a nuestra casa. Por el camino me empezó a doler un poco la barriga, quizá Jorge me había pegado esa antigua gastroenteritis. Al entrar en casa me encontré con mi padre viendo una serie policiaca de un canal americano que veía por internet.
-Hello dad.
Salude en inglés haciendo honor a mi supuesto bilingüismo debido a la nacionalidad de mi madre.
-Me parece perfecto que vengas hablando en inglés porque tengo una noticia que darte.- contesto mi dad.
-Vale, ya voy. Un momento que voy a dejar el bolso en mi cuarto.
Crucé el pasillo en un pis pas, abrí la puerta de mi cuarto pudiendo ver los muebles en tono amarillo que he tenido desde pequeña, modernizados con un nórdico de cuadros en tonos fucsias, verdes, azules… me fije en el mural lleno de fotos que hay al lado del armario relleno con fotos de mis amigas a todas las edades, en todas nuestra fiestas, en todos los campamentos…
-¡Helen!- gritó mi padre desde el salón.
-¡Voy!
Tire el bolso encima de la cama y salí a paso algo acelerado hacia el salón para hablar con mi padre de ese tema inglés tan importante.
Cuando llegue me tire en el sillón viejo colocado al lado de la puerta de la terraza desde donde se veía en una perspectiva perfecta toda la sala. Papá estaba sentado en el sofá colocado justo en frente de la tele con el ordenador en el costado, cuando me vio llegar paró la serie y dejo el ordenador encima de la mesa central.
-He pensado una cosa que te va a parecer muy interesante. Creo que como quieres hacer una carrera de idiomas deberías ir a un país donde se hable ese idioma. Y como ese idioma es el inglés…
-No me digas que lo que queda de verano lo voy a pasar en América con Anna.- dije entusiasmada.
-Más bien lo que queda de verano lo vas a pasar aquí. Y llama a tu madre mamá no por su nombre de pila.
-¡Qué! No te he entendido.
-Que no llames a tu madre por el nombre de pila.
-¡Eso si lo he entendido, lo que no entiendo es lo del verano!- grite intuyendo lo peor.
-En definitiva, vas a estudiar al año que viene en Seattle.-concluyó mi padre.
Mi cara cambio drásticamente de una alegría desbordante por la llegada de mis amigas a un asombro desagradable que no me esperaba para nada y menos ese día que estaba tan contenta y no me apetecía discutir. A lo mejor mi padre escogió ese día para darme la mala noticia justo por ese motivo.
-Pero yo no quiero ir.
-Mira tus notas de este curso, han sido malísimas, y creo que si quieres dedicarte a los idiomas tienes que mejorar tu inglés y aquí no lo vas a hacer.
-¡No! ¿Y si me apunto a la escuela de idiomas? Jope, yo no quiero irme a América un año entero.- proteste casi llorando intentando ablandar a mi padre.
-Lo siento pero no, tienes que mejorar tus notas y el inglés y allí seguro que te va muy bien.- justificó mi padre.
-¡Joder! ¡Pues no me da la gana! ¡No pienso ir!- grite ya a la defensiva viendo que el lado llorica no había funcionado como quería.
Me levante y salí corriendo a mi cuarto, me tropecé con la silla del comedor y al estar descalza me hice muchísimo daño, di un pequeño grito intentando descargar la adrenalina pero con esto sólo conseguí que mi padre se echase a reír. Cuando llegue a mi cuarto me tire en la cama, cogí el portátil y le conté toda la historia por el Messenger a mis amigas, al terminar no se lo podían creer y casi se echan a llorar como magdalenas, yo intente consolarlas diciendo que a mi padre se le olvidaría. Pero tanto ellas como yo sabíamos que no iba a ser así.

3 comentarios:

  1. Me gusta mucho tu historia! :)
    Espero que la sigas pronto, pásate por la mía ^^
    Un beso!
    Te sigo!

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  2. uau!!! ya te siguen en tu primera entrada!!! pues mira, yo tb voy a seguirte. pasat por mi blog, vale? un beso

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